OPINIÓN
'Rodea el Congreso' podría ser un acto ilegal (que no lo es) pero no es un asalto a la democracia ni a las instituciones, ya que lo único que se intenta con ello es poner en cuestión el orden legal y con ello hacer democracia para que la ley esté al servicio de la misma y no al revés
Desde que en el siglo XIX se
impusiera el constitucionalismo como forma de crear naciones, hay un debate
sobre la mesa referente a la diferencia entre la ley y la democracia. Las
constituciones del siglo XIX promulgaban el sufragio masculino y censitario;
legal era, pero no democrático. La continuidad de esta corriente llega a
nuestros días para justificar la existencia de una inexistente democracia.
El fervor por las constituciones
en el siglo XIX llevó a muchos, a principios del siglo XX, a expresar que “la
legalidad fuera cual fuera era justa y democrática solo por ser ley”. La
segunda Guerra Mundial y los posteriores juicios de Nüremberg, donde se
juzgaron a los nazis por crímenes de guerra, pusieron de manifiesto que esa
afirmación debía de ser revisada. La defensa de los nazis en esos juicios se
basó en que la legalidad de la constitución nazi les permitió a todos hacer lo
que hicieron y por ello no estaban en una situación punible ya que la ley
respaldaba sus actos. Dentro de todas estas leyes estaba “la solución final” o
como mejor se conoce, el holocausto judío. La democracia en la Alemania nazi
era inexistente como en la constitución de la Unión Soviética, una constitución
que promulgaba un sistema de partido único y con un autoritarismo personalista
que nada tiene que ver con las normas básicas de la democracia.
Más adelante en el tiempo, no
hubo revisión de la afirmación indicada previamente y podemos comprobar cómo
determinadas constituciones, por muy legales que fueran, no respondían ni a un
orden democrático ni justo. Sirva de ejemplo Chile en los años 80 (caso parecido,
en parte, al español) donde se impuso una constitución que daba continuidad a
la salvaje y cruel Dictadura, ya que la Junta Militar dirigida por Augusto
Pinochet, fue quien la elaboró y promulgó en un referéndum que no cumplió
ningún requisito democrático. La defensa de la legalidad en este caso no puede
ser símbolo de la defensa de una democracia plena sino de, más bien, una
democracia protegida y orgánica, que mantenía y protegía a personas que habían
atentado contra los derechos civiles y humanos durante quince años. En este
caso la impunidad no forma parte de la democracia sino de la legalidad. Por
ello había y hay leyes en el mundo que tuvieron a Nelson Mandela en una lista
de terroristas hasta el año 1997 y otras que obligaban a los bolivianos a pagar
por el agua de la lluvia. Legal sí, democrático no.
La ley emana del pueblo, por ello
las leyes deben de estar al servicio del mismo. Si una ley no es democrática
por mucho que esté acorde con el procedimiento legal prestablecido, seguirá
siendo no democrática. La democracia ha pasado, tras tantos años de impunidad
legal a determinados actos y personas, a formar parte del espectro ideológico
del pensamiento único y ello nos lleva a confundirlo con la ley. La ley es el
resultado de la democracia y no al revés. Respetar la ley no es respetar a la
democracia sino respetar un procedimiento impuesto que deja mucho que desear en
términos democráticos en los tiempos de la democracia representativa
liberal-burguesa y partitocrática. Por ello el cumplimiento de las leyes no
está emparentado con la democracia ni viceversa.
“Rodea el Congreso” podría ser un
acto ilegal (que no lo es) pero no es un asalto a la democracia ni a las
instituciones, ya que lo único que se intenta con ello es poner en cuestión el
orden legal y con ello hacer democracia para que la ley esté al servicio de la
misma y no al revés. “Rodea el Congreso” es el resultado de la ilegitimidad de
las acciones legales de un grupo minoritario que, escondido y protegido por la
ley, opera de forma contraria a la democrática. La protesta no es solo una
crítica al advenimiento de la continuidad de un gobierno legal pero no
democrático, sino a un modelo que propone la ley como valor máximo en vez de a
la democracia, ya que ésta no es nada sin una ley que la respalde, sin tener en
cuenta que la propiedad de la democracia es del pueblo y si no se le tiene en
cuenta por muy legal que sean las normas no podrán ser identificadas con la
democracia, sino con la legalidad.
La democracia no está emparentada
con la ley, por ello el incumplimiento de la ley no conlleva a un acto de ser
antidemocrático, y como bien decía Joan Tardá en su discurso en el debate de
investidura: “si Rosa Park no hubiera ido contra la ley sentándose en los
asientos delanteros de un autobús en la EEUU del aparheid nunca se hubiera acabado con él”. El acto de Rosa Parks es
un acto contra ley pero no por ello deja de ser democrático, es más, lo eleva
como un ícono democrático. Por ello los cambios exigidos y exigibles en esta
época en España y las actuaciones que se llevan a cabo para visibilizar las
ansias de cambio no van contra la democracia, sino contra unas leyes que no son
democráticas y contra unos gobiernos que se protegen con unas leyes que, por
muy legales que sean, no son democráticas cuando rinden cuentas a
organizaciones supranacionales a las cuales se les vende la soberanía, que
pertenece al pueblo, a golpe de plan de ajuste. Ir contra esta legalidad es lo
más democrático del mundo, porque lo más democrático es la crítica y no el real
decreto de turno o la ley orgánica que se crea a escondidas del propietario de
la democracia, el pueblo.
Loren Heredia, 28 Octubre de 2016
Colaborador de Podemos Motril
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