17/8/06

Un estudio de la UGR demuestra la predisposición genética a desarrollar la enfermedad del alcoholismo

La investigación revela que el cerebro de los individuos con un bajo nivel de beta-endorfinas se acostumbra a la presencia de los excedentes cuando detiene su producción, comenzando a depender cada vez más de la fuente externa: el alcohol


La causa última del alcoholismo es desconocida, pero en su desarrollo intervienen factores sociales, familiares, ambientales y… genéticos. Así lo recoge un estudio realizado por el grupo de investigación ‘Alcoholismo y Drogadicción’ de la Universidad de Granada, con el que los científicos han demostrado que la deficiencia de endorfinas es hereditaria y que existe, por tanto, una predisposición genética a ser alcohólico.
La beta-endorfina es una especie de “morfina” producida por el propio organismo a nivel cerebral, en respuesta a varias situaciones, entre las que se encuentra el dolor. En este sentido, puede considerarse que son “analgésicos endógenos”, ya que inhiben la transmisión del dolor.
Los investigadores granadinos han volcado su atención sobre los bajos niveles de beta-endorfinas que presentan los alcohólicos crónicos. Según el catedrático de Medicina de la UGR, y responsable del grupo de investigación, José Rico Irles, este bajo nivel de endorfinas condiciona el hábito alcohólico. El riesgo es debido a que cuando el cerebro detiene su producción de beta-endorfinas, se acostumbra a la presencia de los excedentes y comienza a depender cada vez más de la fuente externa: el alcohol.

Candidato a alcohólico
Los investigadores han evaluado estos niveles en doscientas familias de la provincia de Granada, en las que al menos uno de los padres es alcohólico crónico. Desde el nacimiento, cada individuo posee unos niveles predeterminados de beta-endorfinas. Sin embargo, en los hijos de la población estudiada, con edades comprendidas entre los 6 meses y 10 años, los niveles de beta-endorfinas son también inferiores a los de cualquier persona con la misma edad. Como señala el investigador, “estos valores son aún más bajos cuando el padre y la madre son alcohólicos”.
Aunque el consumo de alcohol no afecta a todas las personas por igual, según los científicos, estas diferencias de niveles de endorfinas hacen a estos individuos más sensibles al alcohol, y por tanto más susceptibles de ser dependientes.
Como explica el investigador, las beta-endorfinas son un marcador biológico útil para identificar específicamente a los individuos que se encuentran en alto riesgo genético de desarrollar alcoholismo.
Ante los resultados obtenidos, el profesor Rico asegura que “la prevención del alcoholismo debe pasar por la localización e identificación de aquellos sujetos genéticamente predispuestos”. Esto implica hacer campañas a nivel de niños y adolescentes antes de que entren en contacto con el alcohol. La concienciación sobre el problema del alcohol es fundamental para impedir la adicción, pues como afirma el investigador, “el alcohol es una droga de efectos reversibles hasta un determinado momento”.
En relación con la actual cultura del botellón, José Rico advierte que, entre estos “bebedores sociales” pueden existir jóvenes con niveles de beta-endorfinas bajos y, por tanto, con una mayor predisposición a convertirse en “bebedores solitarios” y terminar por desarrollar la enfermedad alcohólica.

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