16/8/04

Tres días de fiesta desmedida agotan la ciudad

Durante tres días con sus tres noches consecutivas, Motril ha hervido en una pura fiesta, inundadas las calles y el recinto ferial por miles de criaturas que absorbían ansiosas los primeros envites del programa de fiestas. Las Fiestas de Agosto son el lujo de los motrileños y de los forasteros que se implican en ellos. Entre baños de vino y agua, madrugadas y playa, la penitencia obliga a dejar los cuerpos agotados de tanto trajín y tanta juerga.


Las fiestas motrileñas han comenzado al revés de otros años que, como el día de la Virgen de la Cabeza estaba muy cerca del primer sábado de feria, juntaba mucho dígito rojo en el almanaque. Y tanta fiesta junta no hay quien la aguante todo lo bien que los cuerpos quisieran, y sobre todo los bolsillos, que terminadas ya las Cabañuelas, hacen pronósticos para cuadrar las cuentas y cerrar el ejercicio del verano. Tres días con sus ojeras y guiños de aquellos que madrugan, o trasnochan -que en esto se confunden los que vienen y los que van- para ir a la playa, porque bronceado y fino, conjuguen unas buenas sevillanas, o porque una buena siesta en el rebalaje, mantenga tentetieso el cuerpo hasta las largas horas.

Unas fiestas que suenan ya por última vez en los tímpanos de algunos vecinos, cansados de aguantar tanto derroche de decibelios, tanta contaminación acústica. Porque estas fiestas despiden, esta vez sí, el recinto de Aguas de Hospital y ponen en fuga a los feriantes y a los motrileños, que tendrán que mirar largo al horizonte para aprender cuál será el nuevo norte de sus fiestas, allá por el Cortijo el Conde.

Al principio flores y pólvora

A pólvora y color, a música y flores, olían los primeros latidos de esta edición, que comenzó con una explosión de gentes que se encaminaban con cánticos y ramos de flores hasta el Parque de los Pueblos de América, para rendir culto a la patrona de Motril, a la Virgen de la Cabeza, y siguió con otras explosiones que pusieron luz y música en los cielos de la noche del sábado con el castillo piro-musical. Para finalizar con una actuación del Ballet Flamenco de Mariquilla, que tuvo escasa recompensa por el poco público que llegó al recinto de la Alcoholera. En el programa de fiestas para el sábado se contabilizaban hasta catorce actos, pero ocho de ellos estaban referidos a competiciones deportivas.

El domingo fue un día de tránsito y resaca, de playa y analgésicos, mucha verbena y machacar el cuerpo en las casetas, que los actos programados no daban para más, porque desde la diana floreada hasta la música de orquesta, pasando por el pasacalles, todo era deporte.



El gran atasco

El lunes fue el día grande de las fiestas, atenuado en esta ocasión por las dos jornadas festivas que le precedieron. Los actos giraron en torno a la procesión de la Virgen de la Cabeza que congregó a miles de fieles por las calles céntricas de Motril y que contó en esta ocasión, entre otras autoridades, con la presencia del Gobernador Civil de la provincia. Y es que si hay un día señalado para los motrileños ese es el 15 de agosto, cuando el todo Motril se vuelca a la calle. Ese es el día del gran atasco.

El humor de Miguel Caiceo, puso un respiro, una pausa a tanto jolgorio, para en la noche del martes citarse con el grupo de rock Medina Azahara. Resta un fin de semana para cerrar las fiestas, unos días de bonanza para sacar fuerzas, y coger con brío las últimas jornadas. Entre medio un Motril casi paralizado y sesteante que se levanta a duras penas con los ojitos pegados de tanta juerga.

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