Carta abierta a la alcaldesa de Motril.
Jacqueline López Ligero,
activista de la Memoria, y José María Azuaga Rico, historiador.
Niño formando en el antiguo colegio Cardenal Belluga |
El
pasado 13 de mayo de 2020 leímos en la prensa la noticia de la aparición de
unos restos arqueológicos en Motril. Pudimos constatar que, refiriéndose a
ellos, la máxima autoridad municipal evocó épocas muy lejanas, lo que nos
parece muy positivo, pero no aludió a la historia más reciente: la de la
represión franquista.
El lugar, con otros recintos de
Motril, formaba parte de la geografía de la represión de nuestra ciudad. Estos
eran los campos de concentración situados en la fábrica de la Alcoholera, en la
de San José, ubicada en el puerto, o en la Fabriquilla, además de la cárcel antigua,
emplazada tras el edificio del Ayuntamiento, y que se había quedado pequeña
ante el considerable número de detenidos que había. Con estos edificios, y con
una represión desorbitada que impregnaba todo el ambiente, Motril, como las
demás poblaciones de nuestro país era una ciudad-cárcel.
Esos recintos deberían ser “lugares
de memoria”, en los que se conserven testimonios que se puedan transmitir a las
nuevas generaciones para que estas tengan la oportunidad de reflexionar tanto
sobre el tiempo pretérito como sobre su actualidad. En cambio, el silencio y el
desconocimiento que hay sobre lo ocurrido allí los convierte más bien en
“lugares de no-memoria”, como decía Reyes Mate, una de las personas que ha
profundizado en estos temas.
De la historia de la cárcel que hubo
en la plaza de la Tenería aportamos algunos datos en la carta que se adjunta.
Añadimos ahora algunos más. Como ha señalado el historiador Manuel Domínguez
García, en ese lugar hubo un baño musulmán. Tras la conquista cristiana tuvo
otros usos y, más tarde, se construyeron allí los llamados Hospitalicos,
convertidos a raíz de la dominación franquista en cárcel y, posteriormente, en
colegio de niños. Se le llamó “Cardenal Belluga”.
Aparte de los datos que vienen a
continuación, queremos señalar que el director de la cárcel acabó siendo
destituido. Su violencia no era castigada por sus superiores franquistas, al
contrario, pero tenía un límite: maltratar a alguien que tuviese influencias,
como ocurrió con un preso santanderino. El recluso consiguió que su familia
supiese de la brutal paliza que había sufrido, y en la transmisión de la
noticia tuvo una afortunada intervención el médico forense José Rodríguez
Valdivieso, que lo había atendido.
Hemos visto conveniente dirigirnos a
la alcaldesa de Motril, y el día 15 de mayo le hemos enviado la siguiente
carta, que ha quedado registrada en el Ayuntamiento.
Interior del recinto de la antigua cárcel. Foto facilitada por Gonzalo Arcas. |
Señora alcaldesa:
Con agrado, hemos
conocido la noticia de la aparición de restos arqueológicos en la plaza de la
Tenería de esta ciudad. Hemos visto que se está trabajando allí y que usted se
ha felicitado por el rescate de ese lugar, con la realización de unas obras que
permitirán conocer mejor el pasado de Motril.
Es
muy positivo que se recupere información de la época musulmana y de los
comienzos de la época cristiana. Puede y debe ayudar a nuestros vecinos a
conocer mejor sus raíces, un pasado que siempre ayuda para comprender mejor el
presente.
La
zona, como usted ha señalado, es emblemática. Sí, pero también por otras
razones.
En
ese mismo lugar estuvo uno de los centros de detención de Motril, donde
numerosas personas que habían combatido al franquismo fueron objeto de tortura
y pasaron hambre, llegando a morir algunos por este motivo.
Gracias
a algún testimonio escrito y a otros de carácter oral conocemos esa historia.
El empleo de las fuentes orales se ha generalizado en los últimos tiempos, e
investigadores e investigadoras como Paul Thompson, Luisa Passerini o Phillippe
Joutard han establecido su validez en la reconstrucción del pasado. En nuestro
país, tras el estudio precursor de Ronald Fraser (Recuérdalo tú y recuérdalo a otros. Historia oral de la guerra civil
española) y sus reflexiones posteriores, recogidas en el libro colectivo Metodología histórica de la guerra y
revolución españolas, su empleo se ha extendido. A estas alturas no cabe
duda de la validez de la historia oral, correctamente empleada, como
correctamente empleadas deben ser también las demás fuentes.
Distintos
testimonios coinciden en señalar que el director de la prisión obligaba a los
presos a tomar con un cazo solo el caldo de la comida, del recipiente donde se
encontraba, e impedía que profundizaran para llegar a la parte más sustanciosa,
que prefería dejarla para su granja de cerdos.
Los
reclusos que se quejaban sufrían palizas, al igual que aquellos que eran
interrogados por la policía en ese mismo lugar.
Las
coincidencias de las distintas fuentes orales o escritas son inapelables, y
podemos considerar, por tanto, que su contenido es verdad histórica.
Conservamos
la grabación de la entrevista que hicimos a Eduardo Díaz Pérez en 1990. Fue uno
de los reclusos de este lugar. Sobre la comida decía: “si [un preso] agarraba
el cazo y metía hacia abajo, donde estaban los garbanzos, y tiraba para arriba,
pues con el vergajo: ¡pam!, le pegaba un estacazo. ¡Suelta el cazo!”. De un
guardia civil nos contaba lo siguiente: “me metió en la cárcel, me metió cuatro
estacazos con un vergajo, me pegó una paliza y allí me dejó (…) cuando bajabas,
bajabas desollado, sin pies, ya no podías ni andar”. Fue, asimismo, testigo de
la paliza que sufrió otro preso: “desde la barbería yo veía la ventana del
despacho de él [del director de la prisión], y veo que se está poniendo la
guerrera de militar, que la tenía colgada allí… ¿tú has visto los conejos,
cuando los sacan en las carnicerías?... sin piel, claro. El tío con la pistola
y pegándole palos”, y luego ordenó que lo metieran en una celda durante cuatro
días, sin darle comida ni agua.
También
entrevistamos a José García Rubiño, al que conocían en la ciudad como Rubiño el de Los Tablones y que fue
conserje durante varios años en el Instituto Julio Rodríguez. Es posible que
usted lo conociera, dado que estudió allí. Él contaba cómo veía a personas cuyo
cuerpo se hinchaba, debido al hambre, como los niños que a veces hemos visto en
televisión en las mismas circunstancias. Nos decía, incluso, que una de las
víctimas era el padre de un empleado del Ayuntamiento en los momentos en que
hablamos con él. Lo entrevistamos varias veces en 1987.
El
testimonio de Antonio Mendoza Montes iba en el mismo sentido. Natural de Vélez
de Benaudalla, lo conocían como el
capitán Mendoza, y fue vecino de Motril durante un tiempo. En este caso, se
conservan sus memorias, mecanografiadas, donde recoge también sus recuerdos de
la cárcel de esta ciudad: “había mucha hambre en la calle y dentro de la
cárcel, pero los que estaban en la calle se llevaban a sus estómagos aunque
fuese un puñado de hierbas, pero los que estábamos encerrados no veíamos nada
más que un cazo de caldo de calabaza”. El carcelero estraperleaba parte de la
comida, y otra la destinaba a sus cerdos, “cada año cebaba de 10 a 15 cerdos,
un gran negocio a costa de los presos”. Recordaba asimismo que “cuando pegaba
con el vergajo creía hacerlo en una estera quitándole el polvo”.
Muchas
motrileñas y motrileños podrán dar fe de esta historia, transmitida por sus
familiares, pese al silencio que tantas veces ha habido.
Recuperar
esa plaza, con su pasado histórico, debe hacerse también con el recuerdo de lo
ocurrido en la guerra y la posguerra. Cualquier
elemento de explicación, que sirva para aclarar lo ocurrido en el siglo XVI o
en fases anteriores, debería contener igualmente la historia que le venimos
relatando. Forma parte de nuestra cultura y de nuestras raíces.
En
la sierra de Lújar se encontraba el frente de batalla tras la caída de esta
ciudad y la consiguiente Desbandá. En
una piedra encontraron recientemente que alguien había grabado unas palabras:
“por la libertad del pueblo”. Por esa causa se batieron muchas personas, y
también por la igualdad y el bienestar de las clases populares.
No
lo olvide, señora alcaldesa, usted que vive en un sistema de libertades, un sistema
que tanto debe a esas personas anónimas que soñaban con una España más justa.
Rescatar el recuerdo de lo que sufrieron es también una muestra del inmenso
respeto que les debemos.
El
objetivo de esta carta es facilitarle información sobre una parte de la
historia de nuestro pueblo, esperando sea tenida en cuenta e incluida a la hora
de la reconstrucción del relato histórico de dicha plaza.
Estamos
a su disposición para cualquier duda o aclaración respecto a lo anteriormente
expuesto.
Reciba
un cordial saludo.
Jacqueline
López Ligero y José María Azuaga Rico.
1 comentario:
Cuánta Memoria por recuperar y homenajear a los que lucharon por su Libertad y la nuestra.
Honor Gloria y Dignidad para todxs ellxs.
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