Han muerto tiroteados. No se sabe de donde vinieron los tiros. Los de un lado dicen que desde el otro, y los del otro que desde este.
Al fin y al cabo, han sido disparos oficiales. Disparos pagados con un sueldo de un gobierno, pero nadie responde por esos disparos y no se van a pedir responsabilidades. Disparos pagados con los impuestos de unos ciudadanos; unos ciudadanos que sí tienen papeles y sí tienen derechos.
Pero los muertos no, y sus compañeros tampoco. Para ellos no hay derechos humanos, no saben nada de declaraciones universales ni de tratados internacionales. Ellos de lo único que entienden (y algunos, que entendían) es del miedo, de la miseria y el hambre, de la desesperación. Y no provocada por catástrofes naturales, ni sequías ni inundaciones, como nos quieren hacer creer; todo eso se puede superar.
Su hambre y su desesperación están provocadas por un sistema económico mundial asesino, que cada día genera más desigualdad, que únicamente se preocupa de los beneficios, del poder; nunca de las personas. Y por unos gobiernos, que se proclaman “democráticos y progresistas” pero que siguen el juego de los poderosos, del capital, nunca de las personas.
Desde la Plataforma Motrileña por la Paz queremos denunciar esta situación, que no se arregla con verjas más altas, ni con sistemas integrales de vigilancia, y mucho menos con soldados a los largo de nuestra frontera.
Puede que no tengamos la solución. Pero sabemos que pasa por el respeto a los derechos humanos sin demagogias, por otras relaciones económicas entre los países que no machaquen a los más desfavorecidos, por la abolición de la deuda externa, por una educación y una concienciación de todos y todas en la igualdad y el respeto, por unas relaciones que no se basen en la fuerza, ni entre países ni entre personas.
La solución pasa por un cambio de mentalidad en todos y todas para que no nos quedemos impasibles, para reclamar responsabilidades, para ejercer nuestros derechos ciudadanos y reconocer los de los demás y exigirlos.
Sabemos que otro mundo es posible, y que para construirlo cada uno tiene que aportar su grano de arena. Hay mucha gente que está dispuesta a perder un poco de su comodidad creada artificialmente y de sus lujos superfluos, para que todos disfruten de unas condiciones de vida dignas. ¿Y los poderosos? ¿Y nuestro gobierno? ¿Cuándo escucharán y serán capaces de no construir más “fortalezas”, que cada vez se muestran más inútiles? ¿Cuándo serán capaces de buscar soluciones a los problemas de las personas y no de dar prioridad a los problemas económicos?
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